Una amiga me envió esta semana un artículo que sabía que me podía interesar, y tenía razón. Hablaba de que los 50 años son los nuevos 20 para ser emprendedores de éxito, y ponían como cualidades la perseverancia, la experiencia y los contactos adquiridos a lo largo de su vida. Al leerlo, y coincidiendo con el 5º Aniversario de la revista en la que colaboro “Ayer y Hoy”, me asalta la idea de la rapidez con la que se pasan los años.
Empiezas una andadura de vida tras la adolescencia, que es cuando comenzamos a ser conscientes de nosotros mismos, con muchos deseos, planes y objetivos de vida; con muchas ganas de cambiar cosas a la vez que inseguridades. Creemos saber quiénes somos, cuando en realidad nos estamos construyendo a nosotros mismos. En la mayoría de los casos, no todos, elegimos el mismo tipo de ropa, de peinado, de maquillaje, etc, y vamos iguales que la mayoría porque nos da la seguridad de no equivocarnos, y de ser admitidos por esa sociedad necesaria para la supervivencia tanto física y económica como psíquica.
Los seres humanos necesitamos relacionarnos y sentir que somos aceptados para nuestra supervivencia y equilibrio emocional. Damos pasos, tomamos decisiones, construimos una forma de vida, nos enamoramos, aprendemos a crear una familia o decidimos no hacerlo, nos posicionamos en el mundo laboral con nuestra preparación o no, con nuestras ambiciones o no, y un largo etcétera.
Y de repente, te miras al espejo y descubres cosas que antes no tenías, canas, falta de pelo,
zonas donde la ley de la gravedad se manifiesta poquito a poco, un rostro arado con los surcos de la edad, un cuerpo que va contando la historia de esfuerzos pasados, de victorias vividas, de sabores disfrutados, de ropa que ya no te pones, definitivamente ¡has pasado de los 30 a los 50 en un tris tras!
Pero que no cunda el pánico, hay estudios que hablan de la curva de la felicidad y aseguran que, a partir de los 50 años, la sensación de felicidad aumenta y es lo normal, tras el lógico desconcierto de las cosas que te vas descubriendo y no te gustan, empiezas a tomar consciencia del momento de tu vida en el que te encuentras, y todo, lo que vivas de aquí para adelante, se convierte en una oportunidad, momentos que merecen ser vividos.
Y si la salud no te ha dado un aviso, te lo da el espejo, así que empiezas a cuidarte. Te apuntas al gimnasio, vas al dentista, decides un cambio de estilo en tu forma de arreglarte, algo más dinámico que te quite años y te dé seguridad. A esto se une que te conoces más y mejor. A la falta de hormonas, le pones experiencia y libertad sexual, mejor comunicación de lo que te gusta y lo que no. Los niños ya son grandes y tienes más tiempo, aprovecha para hacer lo que tenías aparcado y te gustaría. Y, sobre todo, te quieres más y mejor porque a estas alturas de la película has aprendido que, en la vida, todo pasa, y lo que vivas ahora es lo importante. Y lo que es mejor, has aprendido a decir NO, a no comulgar con ruedas de molino.
Afortunadamente la sociedad occidental en la que vivimos nos da muchas oportunidades, físicas, culturales, turísticas, estéticas, sociales, informáticas, científicas, etc, para desarrollar nuestra valía, imaginación y ganas de vivir.
Como bien decía el artículo de mi amiga, los 50 son como los 20 de antes, pero con la experiencia de lo vivido. Por poner un ejemplo cercano para aquellos que no me conocéis, llevo 40 años como profesional de peluquería y estilismo, 20 como asesora de imagen y colaboradora en editoriales de moda, y actualmente estoy desarrollando el curso de Personal Shopper de la revista Vogue, porque el mundo de la moda me encanta y he decidido que a mis 57 años es un momento estupendo para hacerlo. ¿Te apuntas a lo que te apetezca hacer? Quizá es el momento.