Ponerse delante de un espejo es terriblemente atractivo para algunas personas y terrorífico para otras muchas. Y te aseguro que no tiene nada que ver con ser más agraciad@ físicamente o menos.
La opinión que cada persona tiene de sí misma depende de sus vivencias. Desde que tenemos uso de razón nos vamos sintiendo influenciados por las relaciones con los que nos rodean, cómo somos queridos o no y cómo somos aceptados o no. Hay personas qué tienen más importancia en nuestras vidas y nos hacen de espejo en nuestro desarrollo, por lo que según de quien vengan las opiniones sobre nuestro físico y nuestra conducta, nos ayudará o no a sentirnos más a gusto o menos con lo que somos y con el aspecto que la naturaleza nos ha dado. Es lo que se llama tener buena o mala autoestima.
Hay profesiones como la mía que te mantiene constantemente delante de un espejo. Eso me ha dado la oportunidad de ver la influencia que éste tiene en nuestra vida, es decir, cómo nos relacionamos con nuestra imagen.
Que hay personas guapas, incluso muy guapas, esas a las que la naturaleza les ha otorgado un equilibrio en sus facciones y en sus formas que son innegables y reconocidas por todos, estas personas no han hecho nada para merecer esto. Igualmente, aquellas otras que no hemos recibido esa generosidad por parte de la madre naturaleza, tampoco hemos hecho nada para no ser tan agraciados. Pero, curiosamente, ni los guap@s siempre se ven así, ni l@s menos guap@s dejan de verse ‘divin@s’.
Cierto es que no pasa en todos los casos, y que hay muchas personas que, objetivamente y en su yo más profundo, saben sus limitaciones como igualmente otras valoran su potencial de belleza, pero lo que me gustaría resaltar, precisamente, es la importancia de relacionarnos bien con nuestro yo interior para querernos lo suficiente como para cuidar lo que tenemos a favor o en contra y sacarnos el mejor partido.
En definitiva, cuando unos y otros nos enfrentamos al espejo, la mirada que éste os devuelve va a depender del concepto que tengamos de nosotros mismos y del momento de nuestra vida.¿En qué actitud de las siguientes te reconoces tú?:
1.Voy “sobrad@”, estoy estupend@, como me miran!!!!
2. ¡Madre mía, no sé cómo pueden decir que soy guap@, con esta nariz, estos granos, estos pelos de hambre!!!!
3. ¡Bueno, estos kilitos me hacen más sexy!
4. ¡¡Con el pelazo que yo tenía!!
5. ¡Uff, otra vez con la dieta!
6. Qué bien me sienta mi gimnasio. Además noto que mi cuerpo se ha moldeado a pesar de mis años.
7. ¡Qué cantidad de canas tengo!
8. ¡Bueno, pues me compro una talla más, y ya está!
Podría seguir describiendo formas de verse y de mirarse, unas con autocomplacencia, otras con autoengaño, algunas con objetividad, pero todas con la necesidad de verse bien.
Bien, pues esa es la buena noticia, que todo es mejorable si ponemos empeño en querer vernos bien, podemos hacerlo y el primer paso para avanzar en ese sentido es ponernos desnudos frente al espejo y asumir lo inevitable. Y el segundo paso sería colocarnos vestidos frente al espejo y pensar en una imagen de ti mism@ que te gustaría, decidir con qué te ves mejor, qué te favorece y con cuáles de las cosas que tienes ya no te gustas. Porque en el próximo artículo vamos a jugar a cambiar lo que no nos gusta. Haré un repaso por los distintos prototipos físicos y daré unas pautas para potenciar los puntos fuertes y matizar los menos fuertes.
Si quieres, puedes preguntarme a ino@inopeluquerias.com lo que te gustaría disimular o potenciar y te contestaré encantada.