Nada es más evidente en estos tiempos que la certeza de que todo cambia, y lo que permanece en el tiempo, y con él, se convierte en viejo, en antiguo o en vintage, sobre todo en el mundo de la Moda con mayúsculas, el universo que describe la forma en la que nos vestimos y sus compañeros de viaje, los complementos, que acompañan al mundo del arreglo estético personal, como peluquería, maquillaje, zapatos, bolsos y joyas, entendiéndose como tal aquellas piezas que nos adornan el cuerpo, desde la bisutería a la joyería de mayor nivel.
Y como el mundo de la Moda ha sido siempre, y será, un reflejo de la realidad social, me gustaría hablar de cómo las circunstancias, que nos han tocado vivir, han influido en la estética de las bodas, desde aquéllas que han tenido que aplazarse, a esas otras a las que la pandemia les ha resultado un aliciente para apostar por esa importante apuesta de futuro de otra forma.
Eso ha traído como consecuencia que ahora, más que nunca, y salvo las lógicas excepciones, los novios han estado acompañados por las personas más cercanas, y eso ha favorecido una forma más sencilla de elegir cómo vestirse, peinarse, maquillarse y, por supuesto, la elección del sitio, donde han primado dos características, una, que fuera práctico por cercanía y seguridad; la segunda, aquella en la que el espacio tuviera un significado emocional para los novios. Ambas pueden darse juntas o por separado. Se podría decir que estas formas de elegir sitio siempre se han buscado y es cierto, pero de manera más excepcional o combinada, como cuando se tenían muchos invitados, entonces el espacio se elegía por estatus, para sorrender.
Igual ocurre con la manera de arreglarse, no es lo mismo una boda en familia a la de exponerse a otro tipo de miradas. Eso influye en los invitados, pero también, o sobre todo, en los novios. La mayoría de las bodas han sido de día y la vestimenta ha tenido una clara tendencia hacia la sencillez y la naturalidad. Curiosamente puedo contar la anécdota de un sábado que peinamos dos bodas, que eran totalmente diferentes. Os cuento.
En una, la novia había viajado desde Alemania con su vestido en la maleta, lo compró en una boutique, porque, según sus propias palabras, no quería que la vistieran de princesita, y tenía clarísimo la melena de ondas y el maquillaje que quería. Ella tiene una personalidad potente y su boda era la manera de expresarlo, parecía que los contrayentes tenían concebida la ceremonia como una fiesta de música, amigos y familia, donde ellos actuaban de perfectos anfitriones y su atuendo había sido perfectamente estudiado para la ocasión, así como el espacio, una finca que les gustará tener su música sin molestar al entorno.
La otra boda clásica concebida al estilo de ceremonia religiosa, y se eligió para la ocasión un vestido corte, como la personalidad de la novia, sencilla y elegante. Un pequeño velo y diadema con una melena cuidada y lustrosa, con rizos trabajados de apariencia natural, potenciaban la sencillez de la novia y el conjunto de una boda, pensada para reunir a la familia más querida y los amigos más íntimos en un espacio cercano para todos.
Son dos muestras de cómo las bodas han adquirido un carácter más cercano, incluso más íntimo, diría yo y eso se manifiesta en cómo las novias han cambiado la forma de elegir cómo arreglarse. Actualmente se decantan por las coletas, y aunque las trenzas están algo “demodé”, se siguen utilizando, como combinación para looks desenfadados, las melenas con sencillos recogidos laterales o con ondas cinematográficas muy definidas, para personalidades más potentes.
Incluso queda en evidencia la influencia de las alfombras rojas en novias que prefieren la apariencia aparentemente sencilla de recogidos de bailarina con textura húmeda, muy favorecedores por cierto, y que realzan los maquillajes, que se han convertido en protagonistas de la fiesta. Porque las novias apuestan claramente por no renunciar a su forma de maquillarse por el hecho de casarse, muy al contrario, lo potencian. Las que no tienen el hábito de maquillarse tienen la alternativa de tratar su piel, sacándole el mejor partido y realzando la mirada, un puntito de gloss en los labios y un discreto toque de mejillas, fundidas con iluminador, dar esa apariencia de carita saludable y aspecto natural.
Los novios han sacado también su parte protagonista, tienen actualmente un criterio más personal de su arreglo, por lo que cuidan mucho más su imagen, recurriendo a los servicios de los profesionales de la estética, peluquería y barbería para conseguir dar la mejor versión de sí mismos. Hay quienes buscan, con muy buen criterio, alternativas muy estilosas y más naturales al clásico binomio de chaleco y chaqueta. En fin, los tiempos cambian, las formas de vida también y como consecuencia, igual ocurre con nuestros gustos.